jueves, 27 de noviembre de 2014

Utopia

Qué lindo es llegar a la parada de colectivo, no tener ni que esperarlo y que venga vació y con aire acondicionado un día de 30° a la sombra.  Ni bien me subo, el colectivero me saluda con un ‘’Buen día señorita’’ y me cobra el boleto más barato por ser estudiante. Sentarse en unos asientos muy cómodos y mirar a través de la ventana todo el paisaje, nada de ciudad nada de quilombo…pura libertad. A este viaje le hacía falta algo, la música. Busco adentro de la mochila los auriculares, los encuentro y los saco todos prolijamente desenredados, sin ningún nudo. Los enchufo y empiezo a escuchar, automáticamente el celular me elige las mejores canciones para un viaje con tanta paz.
Para llegar a la escuela tengo que cruzar todo un 
camino lleno de mis flores favoritas: jazmines, lavandas y rosas. La mayoría de las veces me siento a observar cada flor, cada pétalo y por eso llego tarde...pero siempre está el preceptor copado que te dice ‘’dale navas, pasa’’.
Entró al aula y siento un aire de olor a limpio, un olor como los que vienen en los paquetes de jabón en polvo. Todos los bancos acomodados y blancos como si fueran nuevos, el piso y los pizarrones brillan de los limpios que están. ¿Mis compañeros? Ah casi ni se los siente, todos hablando en voz baja, escuchándose entre sí y más que nada respetándose.

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